“Bab Al-Saria. Bienvenidos a la Alhambra”

Mi obra “Edificio Rosado” ha formado parte de la exposición “Bab Al-Saria. Bienvenidos a la Alhambra”. Una muestra dedicada a la Puerta de La Justicia de La Alhambra.

 

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“Edificio Rosado” Óleo-tabla. 47×57 cm. 2005. Col Particular.

“Bab Al-Saria. Bienvenidos a la Alhambra”

Visita de la Once a la exposición “Bab Al-Saria. Bienvenidos a la Alhambra” (Youtube).

Descripción de la obra para las visitas guiadas de invidentes. Texto de Mª Olalla Luque colmenero:

Eduardo Alsasua, nacido en Vitoria en 1982 y licenciado en Bellas Artes, también fue becario de la Fundación Rodríguez Acosta. Corría el verano de 2005, y como todos los participantes de la beca, debían seleccionar partes de la Alhambra y su entorno para representarlas. Además de vistas más convencionales, Eduardo se decantó por la vista trasera de la Puerta de la Justicia, que es la que aparece en este cuadro y que luego podremos visitar y vivir en primera persona.

El título de la obra es “Edificio Rosado” y es un óleo sobre tabla de unos 50 x 60 cm.

Eduardo cree que esta pintura es, con la lejanía de los años, muy representativa de su obra, llena de composiciones amplias y geométricas, como la que tenemos delante.

La imagen representa una vista frontal del edificio de la Puerta, el acceso superior que queda a un lado del Palacio de Carlos V, en la Plaza de Santa María. El muro rectangular ocupa los dos tercios superiores del cuadro. La parte inferior, tras un pequeño escalón, es un suelo de piedra que corre unos 20 metros desde el edificio en línea recta hasta donde estaría el espectador. Sobre él, una fina capa de cielo azul profundo rodea a derecha, izquierda y encima, como si fuera un marco.

Vamos a describir cada parte como si observáramos la escena desde enfrente. El edificio de la puerta es, como ya hemos dicho, recto y tosco, como son las fachadas y los muros de la arquitectura musulmana. Es una fachada rectangular de ladrillo rojizo y lisa. Esa planicie de ladrillo solo se ve interrumpida por cuatro pequeños ventanucos alargados de color oscuro, dispuestos dos en la segunda planta, uno en la primera y el último en la planta baja, que parecen cerraduras, y por las manchas y desconchones que rompen con el color rojo, casi rosado, del título del cuadro, y que pintan de oscuro el desgaste del ladrillo. El edificio mide unos 8 metros de alto por unos 15 de ancho. Hacia la izquierda un pequeño murillo nos indica que comienza un mirador de piedra. Junto a él se eleva la fachada, con una torre cuadrada, que se adelanta unos metros. Sin embargo, desde nuestra perspectiva la mole del rectángulo no cambia. Es la sombra que proyecta la torre hacia la derecha la que nos descubre que está más cerca que la pared de su lado. Esta sombra tiñe la pared rosada de un tono más marrón o grisáceo, como si fuera un tejado o un tobogán, hacia el centro de la fachada. La siguiente parte, que queda un par de metros más atrás, es tres veces más ancha que la torre. En la parte baja hay dos puertas: una se abre oscura, con madera. A su lado, la silueta de una puerta un poco más pequeña se dibuja suave sobre el ladrillo. Solo queda el contorno, pues está cerrada con ladrillos del mismo color que la pared. Un ventanuco oscuro en el centro recuerda que una vez fue acceso a las estancias interiores.

Aparte de la sombra que proyecta la torre de la que hemos hablado antes, la fachada está totalmente iluminada por un sol de verano, que acentúa los rosas y los ocres del ladrillo. Desde la parte de arriba caen goterones oscuros que manchan y difuminan el rojo, quizá por la acción de la lluvia y el paso del tiempo. Aquí y allá, repartidos por la fachada, hay parches  de yeso que tapan grietas y marcas.El suelo que parte de la puerta y avanza hacia la parte inferior del cuadro, donde está el espectador, es de piedra y arena, de color ocre. No hay sombras que rompan con el color claro del sol reflejándose en la piedra. Una estrecha alcantarilla de hierro rojizo se extiende desde el centro de la parte inferior del cuadro hasta toparse con un poyete de piedra que queda a la derecha, frente a la puerta. A su derecha, un seto verde y perfectamente recortado ocupa toda la esquina inferior derecha del cuadro. Las pinceladas verde bosque y un poco más claro difuminan la espesura de la planta. ¿Quizá un boj? ¿Un arrayán? Luego podremos descubrirlo.Los colores cálidos y el cielo de un azul fuerte pero un tanto apagado nos ofrecen una sensación de calor, de sol potente. La fachada es la única protagonista de una mañana clara y calurosa de verano. La geometría manda en las formas; recordemos los rectángulos perfectos de la torre y de la fachada, de las puertas, de las ventanas esbozadas con una pincelada larga, el triángulo del seto que se pierde en la esquina derecha, el suelo pentagonal, la línea recta y pulcra de la alcantarilla… Esas formas precisas, unidas a los colores planos pero profundos, dan a la imagen una cualidad fotográfica, de imagen que se graba en la memoria y se queda así. En palabras del propio autor, “La luz y la sombra que divide casi en tres partes la fachada me permitió regodearme en todos esas calidades, texturas y matices, tan difíciles de describir: entre ocres, salmones, grises…Todos esos elementos casi abstractos fueron los que me llevaron a pintar este cuadro. Esa pared periférica de un edificio tan emblemático donde apenas ningún elemento te distrae de su propia materialidad y de las huellas del paso del tiempo, bañado por la luz y el verano de Granada”.


 

 

 

 

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